Sus ojos parecen infinitamente fríos cuando me detengo en ellos.
Son demasiados intervalos en los que me pierdo observándolos.
Intento descifrar el misterio que encierran y razonar. Insisto en aquellos profundos laberintos que conducen al abismo; sintiendo a mi propio ser responsable de haber sido implantados.
Me detengo un instante en aquellos intervalos y una sombra de dolor se abalanza bruscamente sobre mí, sombra que insiste en reiterar una y otra vez la culpa puramente mía de que exista en sus ojos oscuros y sombríos, la desidia, la tristeza, y esos tenebrosos laberintos sin salida.
Hago un alto día a día en la negrura de su iris, me detengo cuidadosa y alerta, me enciendo de dolor y de temor. Y siento, consternadamente, aquello que sus ojos me muestran, y me descubro nuevamente frente a atajos sin salidas, en caminos detenidos, en espejos oscuros que golpean mi cuerpo entero penetrando en mi propia alma, apagándola, oscureciéndola, venciéndola.
Por Vik